miércoles, 4 de diciembre de 2019

A patadas.

                            “It’s not simple to say
                      that most days I don’t recognize me.”




A veces, 
llevamos el cuerpo como una jaula, 
una jaula oxidada que te da miedo tocar y abrir,
una jaula deformada por todo lo que lleva dentro,
a presión,
pidiendo que se le formen poros para que deje de doler. 

Pero no, 
el problema no es la jaula, 
porque la jaula depende de quién la cuida, 
y de quién vive en ella. 

Si la limpias todos los días, 
si la abres para que vuele el interior 
o la mimas desde fuera,
dejará de oler a rancio.

Pero, 
con qué fuerza 
inexistente, 
escondida, 
débil, 
escurridiza, 
incapaz, 
su interior es capaz de levantarse y abrir la puerta,

o, al menos, 

sonreírle.