Se fue,
como se fuga la magia en un incrédulo,
como se marcha el frío un día de mayo,
como se va la risa en septiembre.
Se fue
y no dijo adiós,
le bastó cerrar la puerta
a mis espaldas
y ponerle el candado.
Tiró la llave
y aún sigo buscándola,
sin suerte,
el mar se la habrá tragado.
Nos quisimos,
o eso decía.
Era demasiado bonito
escucharlo de sus labios,
aunque mejor era
leerlo en sus ojos.
Pero el tiempo arrasó con todo el cariño
y nos dejó el alma demacrada,
experimentada en ayeres,
en frío y
en olvido.
Así lo dejó todo,
vacío,
lleno de cosas sin sentido
que hoy por hoy
son polvo
que vuela
hacia un silencio ensordecedor.
Fuimos,
pero no lo suficiente.
domingo, 31 de agosto de 2014
lunes, 25 de agosto de 2014
Humano ser.
Querida mamá:
¿Qué es la naturaleza
sino algo inexorable, inapelable, intrínseco, irreal? Pobre hombre tener que
partir de ella, pobre de él surgiendo de ella, madre, que mal te tratan tus
hijos. Desagradecidos aquellos que piensan de tal manera y lo demuestran.
Recelo por todo lo que envidian. Envidia que mata, por desgracia, al envidiado.
¡Ay mamá, tú que todo
nos lo diste! Espero perdones a aquellos ilusos que no sabían que tu pérdida
significaría perderse. Tú da, que ya ellos dañan, tú regala, que ya ellos te
rebajan, tú vive, que ya ellos te matan. Luz de vientre materno, eclipse de
vidas, amanecer, ¿qué te han hecho? ¿Qué te has hecho?
¡Ay madre, tú que
concebiste tu propia condena, tú que perdiste todo lo que ansiabas, lo que
amabas! Cómo fuiste capaz madre, de dejarte llevar por el amor, el amor al
diablo.
Tú me salvaste, casi yo.
Me presento, yo solo
soy un pobre, un casi hombre que se encuentra en sus últimas, las de ella.
Nunca me consideré un hombre en su perfección, ese término era demasiado
imperfecto. Siempre fui el condenado, o el condenador.
Un día sentí una
punzada en el pecho, era ella hablándome. Me tomé por loco, pero qué esperar de
mí.
-¿Quién eres? –me
atreví a decir.
-Soy todo cuanto te
rodea, soy tus buenos días, tu tostada al desayunar, la risa en el recreo con
tus amigos, el beso de antes de dormir.
Recuerdo que a partir
de ese momento, empecé a llamarle mamá.
De nuevo, mamá:
Perdona por ser tan
incipiente, pero cómo pudiste. Sentenciarte, así, sin más. ¡Pobre de ti, tú que
diste la confianza a quien no se la ganó, tú que moviste cielo y tierra para
que pudieran crecer, tú que los acunaste! Menuda traición.
Yo madre, tu único
aliado, quien entendió tu sufrimiento, hoy te invito a la venganza, nuestra
venganza. Volemos sus casas, hundamos sus sueños, evaporemos su desgana al
cuidado. Invitemos a morir a quien te hizo sufrir.
¿Qué dices madre? No
consigo escucharte. ¿Qué los perdone? Ya, sé que no saben lo que hacen. Pero es
tarde, nunca podré llegar a tu templanza. Ven conmigo, ya luego me entiendes.
De nuevo, casi yo.
Nos fuimos haciendo de
sangre, ya no éramos madre e hijo, éramos uña y carne. Recuerdo el día en que
le pedí consejo, se trataba de otro hombre, un hombre que parecía humilde, sin
embargo, su fondo era invisible a los demás y yo, como cualquier ser
insignificante, por ahora, no lo vi. Ella me ayudó, me retrató, como en una
película, la vida de aquel hombre, sus lujurias, sus mentiras, sus destrozos.
Creo que fue el momento en el que perdí la fe en la humanidad. Ya no podía
confiar tan siquiera en los ángeles. Su destino, lo entenderéis más tarde.
Querida mamá:
Estoy cansado,
esperando lo que más va a dolerme, y eso que ya estoy muerto. Verte entre las
sombras, desvaneciéndote poco a poco, perdiendo tus pulmones, tus cimientos,
tus más bellas curvas, dama de noche, ¿por qué acabar?
Sé que no eres tú, que
soy yo, que no soy yo, que son ellos, pero son cosa mía. Yo que pude salvarte,
dar todo de mí porque te quedaras, por que otros llegaran. Yo que fui culpable
de tu muerte, de la mía, de la nuestra. Yo que anduve con pies de plomo por tus
caderas, sin tambalearme. Yo que sentí tu llamada y te llamé mamá.
Perdóname, por haberte
subordinado a quien quería acabar contigo, por no haberte dado la oportunidad
de resurgir de tus cenizas, de las suyas más bien. Perdóname, nunca quise este
triste final, pero estoy contigo, allí donde estemos, allí donde nos hayan
llevado.
Tu tormento, casi yo.
Iba sobrevolando
Tailandia, con mis ya conocidos pies de plomo, cuando vi algo horrendo. Un
hombre que estaba hablando con otro, comenzó a ponerse violento, pero no le
hizo nada a su compañero, pese a que su enfado era con él, sino que se dirigió
hacia uno de sus perros y lo estranguló. Me quedé totalmente anonadado, no se
merecía ese pobre perro su final, de modo que pensé en cambiar algo, el mundo
estaba manejado por la mayor bestia a la que se debía temer y eso era una condena.
Querida mamá:
Qué bella has sido
siempre. Tu dulzura ha sido la que ha mantenido viva la esperanza de quien se
había perdido, tu entrega la que dio la fuerza a quien pensó que todo acabó, tu
belleza simplemente debió de haber tenido el suficiente poder para cambiar el
mundo, pero no, eran demasiado idiotas.
Madre, hoy quiero
rememorar lo que has sido. Todo hombre, por muy malo que fuese en la vida,
tenía la dedicatoria de sus seres queridos: “Era un gran hombre” y asesinó a su
canario. Ojalá la justicia existiese y todos juntos elevando sus manos pudiesen
darte la energía que a ti te falta, tú te la mereces mucho más.
Has acunado la rabia de
cada uno de los presentes, has soportado sus estallidos de mal humor, has sido
el camino que no te llevaba a ninguna parte pero era seguro. Siempre estarás en
mi corazón, en mi razón, o en qué se yo que todavía me quede.
Sangre de tu sangre, casi yo.
Cambié muchas cosas,
castigué a todo aquel que hiciese el daño equivocado, al que temblase cada vez
que oyera mi nombre e incluso al que permitió que el desconocido le pisase las
flores. Me equivoqué, ahora lo sé, pero qué sabía yo. Mamá empezó a caer
enferma, los días se volvieron grises y tras ellos nunca aparecía el arcoíris,
estaría de viaje. Los árboles dejaron de crecer y el mundo dejó de respirar.
Los volcanes se enfadaron muchísimo, hasta reventar, e incluso el sol, que
siempre había sido protector, tuvo una batalla con la luna para ver quien
helaba más. Pobre mamá, tan defensora de los suyos que moría por ellos, nunca
mejor dicho. Viendo agotadas sus fuerzas, soltó un gran resoplido al mundo, que
quedó recogido en un susurro del viento: siempre será presente y eso es lo
único que nos queda.
Madre:
Esta es la última carta
que te escribo. Has sido fuerte, has aguantando el paso de los años y de los
daños, las fisiones nucleares, tus propios errores, los errores de tus errores.
Sobre todo eso último.
Es la hora. La hora de
llevarte de vuelta, de llevarnos de vuelta. Sigue el sendero por el que te
guío. Perdóname por la traición, hay que saber arrimarse a los buenos árboles,
no condenarse, te has equivocado conmigo, quizás yo también me haya equivocado
conmigo. Casi me tuviste, casi me lograste, casi fui yo, pero no, mi trabajo es
mi trabajo, mi no vida es mi no vida. De buena, ilógica.
¡Ay madre! No puedes
fiarte de nadie. Yo seguiré mi camino, unas largas vacaciones, ya no habrá
cabida para mí, pero y qué si es lo que siempre he deseado. Gracias por la
confianza vana, te devuelvo mi puñalada, consérvala bien. Perderte significará
perderme, aunque todo estaba determinado, desde el punto de partida en que el
mundo es mundo y yo soy por fin yo.
Atentamente, la muerte.
martes, 19 de agosto de 2014
Big Bang.
Las ventanas estaban abiertas
un día de verano
esperando a que el tiempo
hiciese mella en
sus quejidos,
anhelando,
de alguna manera,
un estallido
que descolocase la rutina,
y la rotase,
y la cambiase,
y la olvidase,
deshaciéndose del minutero
del reloj.
¡Crash!,
sonó el trompazo de la monotonía
con el qué vendrá,
retirando cualquier posibilidad
de lluvia sin destellos.
Los detalles colisionaron
con las tardes de juego
en la calle ayer
a las siempre en punto.
Trazados a cuadros
pasaron a ondas,
se sustituyó el agua
por café,
Apolo se fue
y Dionisos llegó para quedarse.
El inicio del caos,
nuestro Big Bang.
un día de verano
esperando a que el tiempo
hiciese mella en
sus quejidos,
anhelando,
de alguna manera,
un estallido
que descolocase la rutina,
y la rotase,
y la cambiase,
y la olvidase,
deshaciéndose del minutero
del reloj.
¡Crash!,
sonó el trompazo de la monotonía
con el qué vendrá,
retirando cualquier posibilidad
de lluvia sin destellos.
Los detalles colisionaron
con las tardes de juego
en la calle ayer
a las siempre en punto.
Trazados a cuadros
pasaron a ondas,
se sustituyó el agua
por café,
Apolo se fue
y Dionisos llegó para quedarse.
El inicio del caos,
nuestro Big Bang.
miércoles, 13 de agosto de 2014
Siempre sonreía.
Es un poco difícil
hablar de la felicidad
sin utilizar
los centímetros que unían
sus manos a las mías.
Sin hablar del tiempo
que se colaba
entre los huecos de sus dedos
cuando decía que
nunca otro momento fue mejor
que el estar allí
entre el cielo y el infierno
buscando refugio.
Se le enredó la boca
con una jauría de
palabras
que llevaban al séptimo escalón
de mi memoria,
haciendo una bola de pelo
de su vida y la mía.
Tanto fue
que el amigo de su sonrisa
testificó a favor de
los besos
que pudimos darnos,
y los abrazos
adoptaron la actitud
de unos puntos suspensivos.
Siempre sonreía,
me sonreía,
y yo
la miraba.
jueves, 7 de agosto de 2014
Perfectamente imperfecta.
Así como quien brilla
con luz propia
un día de invierno
mientras, fuera,
graniza.
Así como quien sueña
con ser persona
en un país de
animales salvajes
que corren sin mirar
de donde vienen,
a donde van.
Así como quien ríe
con la sabiduría del hombre
que no sabe si mañana
llorará o estallará
en carcajadas.
Así como quien disfruta
del momento que aún no ha pasado
por si nunca ocurre.
Así se movía,
con las luces y el sonido
que persiguen a una actriz
perfectamente imperfecta.
con luz propia
un día de invierno
mientras, fuera,
graniza.
Así como quien sueña
con ser persona
en un país de
animales salvajes
que corren sin mirar
de donde vienen,
a donde van.
Así como quien ríe
con la sabiduría del hombre
que no sabe si mañana
llorará o estallará
en carcajadas.
Así como quien disfruta
del momento que aún no ha pasado
por si nunca ocurre.
Así se movía,
con las luces y el sonido
que persiguen a una actriz
perfectamente imperfecta.
sábado, 2 de agosto de 2014
Al borde del mañana.
Cuando una persona está a punto de saltar
a un precipicio
sin saber
si caerá de pie,
de espaldas,
de frente,
o simplemente
quedará enganchada a una rama.
Cuando una persona está a punto de cruzar
una avenida,
sin saber
si los coches
frenarán,
acelerarán,
o chocarán entre sí.
Cuando una persona conoce
a otra,
sin saber
que será de ellos
mañana,
hoy,
o cualquier otro día
del resto de sus vidas.
Entonces, empieza el camino
al borde del mañana.
a un precipicio
sin saber
si caerá de pie,
de espaldas,
de frente,
o simplemente
quedará enganchada a una rama.
Cuando una persona está a punto de cruzar
una avenida,
sin saber
si los coches
frenarán,
acelerarán,
o chocarán entre sí.
Cuando una persona conoce
a otra,
sin saber
que será de ellos
mañana,
hoy,
o cualquier otro día
del resto de sus vidas.
Entonces, empieza el camino
al borde del mañana.
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