“Y es que siento como si toda mi vida
me hubiera estado conduciendo a este preciso momento.”
-La Bien Querida
Hay instantes que duran toda la vida,
como permanecer callada
cuando gritan los ojos
y se llena el cuerpo de una bocanada de aire
que más que calmar,
ahoga,
y relajas cada uno de los músculos
para dejarte llevar
aún sabiendo que no podrás volver.
Hay instantes que entran por tus recovecos,
te sostienen la mirada y,
de frente,
te susurran “quédate”,
buscando tu respuesta en otros miedos
que no saben crear puentes
como los suyos.
Hay instantes tan profundos que no puedes ver
dónde empiezan,
en los que caerse te deja la voz ronca
y la piel arañada de recuerdos posibles
sin los que ya no te gustaría existir.
Y así el negro ya no te recuerda tanto a la inmensidad.
Y su universo te parece un buen lugar
para quedarse a vivir.
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