viernes, 25 de diciembre de 2015

Ángel.

Tengo una bala apoyada en el pecho,
muchos telediarios a la espalda
y unas cadenas terriblemente grandes en las piernas.

El día que quiera volar,
voy a tener que arrastrarme por el suelo
y, de paso, barrer toda esta mierda.

Espero haber aprendido
que uno entre dos será siempre la mitad
-ya sean números, problemas o personas-,
que nadie debe ser un objetivo,
y si se ha sentido así,
has perdido el tiempo,
que la mentira siempre sale a la luz
y cada vez tengo más bombillas,
y que hay arte incluso en el desastre.

El día que aprenda a volar
dejará de tener sentido este poema,
y se acabarán las guerras,
y la paloma de la paz,
será negra.

Espero haber desaprendido
que pueden brindarse segundas, terceras y cuartas oportunidades,
que todo esfuerzo tiene igual recompensa,
que si no eres el mejor, no eres nadie,
y que siempre merece la pena luchar por alguien
-incluso cuando no le importas-.

El día que vuele,
voy a levantar los pies por encima de mi cabeza
y voy a pisármela.
A ver si así aprendo ya
que sólo yo puedo hacerlo.

Estoy volando.

Empiezo a dejar abajo este año de mierda.

Adiós, hijo de puta.

Con amor,
un ángel.

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