sábado, 7 de noviembre de 2015

Envoltorios de acero.

Qué manía tiene la vida con ponerte el caramelo en la boca
sin quitarle el plástico.
Como si el caramelo pudiese desvestirse solo
o tú supieses hacerlo arder desde dentro.

Optas por tragarlo sin masticar
y te atragantas
y te pones morada
y la vida te grita que lo escupas
y, aún así, prefieres morir
asfixiada.

Tengo una baja autoestima
porque consigo todo lo que no quiero
-nadie te había pedido ningún caramelo,
vida-.

Estoy enfadada con el mundo
por no aceptar la soledad.
Por hacer las ofertas para dos,
los bancos para dos,
los bares para dos,
el cine para dos,
los parques para dos
y las ausencias para uno.

No veo a nadie preguntando a las margaritas
si se quiere o no.
Pero sí a los espejos
-será que ahí vuelven a ser dos-.

Quiero ir caminando por la calle dada de mi mano
y que nadie me mire mal.
Comprar un menú individual de palomitas y una entrada
sin que la taquillera se estremezca.
Pedir una hamburguesa en un McDonald's
y comérmelo en la mesa que más sillas tenga.

A partir de ahora,
solo permitiré que me hablen los protagonistas de mis libros.
Así podré imaginarme sola,
siendo uno de ellos,
librando mil batallas
contra mis fantasmas
-que vuelven a ser dos-.

Lo siento caramelo,
pero MIS manos van a sacarte de MI boca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario