domingo, 9 de noviembre de 2014

Adioses.

+¡Qué larga puede ser una tarde!
-me dijiste
mientras me dejabas-.

*...
-¡Qué corto ha sido!
pensé yo,
esperanzada en que
me dejases a medias.
Devuélveme mi ropa,
y mi mp3,
y mi tarjeta del autobús,
y mis cinco céntimos,
y mi tiempo,
y mis ganas
de volver a confiar en alguien-.

+Yo no tengo la culpa.
-qué fácil excusarse,
como si el dolor
pudiese subsanarse
con un "yo no he sido",
el mismo que decías
cuando rompías el jarrón
favorito de tu madre.
Ya no.
No vale.
Esto es demasiado caro,
no vale dinero-.

*...

+No eres tú, soy yo.
-por favor,
no uses tópicos,
no éramos
pero porque nunca fuimos.
Siempre eras tú
y tú
y otra vez tú
(y la otra,
claro)-.

*Entonces, ¿nunca me has querido?
-no respondas,
prefiero mantener algo de dignidad,
bueno sí,
responde,
quiero saber cuanto debo
odiarte ahora-.

+Claro, pero ya no es lo mismo.
-qué mal mientes,
siempre te llevas
la mano a la nuca
esperando que alguien
te dé las respuestas
que necesitas
para salir del apuro-.

*Nunca hemos sido. No me mereces.
-eso me ha dolido
más a mí que a ti.
Perdóname tiempo
por esta mala jugada.
Con lo bien que quedabas siempre
y lo mal que hemos quedado-.

+No quiero discutir más. Te quiero. Adiós.
-me...
quie...
re...
maldita sea,
casi te creo,
si no fuese por
esa cara de zorra
que pones siempre que
algo te da igual.
No puedo dejar que te vayas
sin robarte un beso
que sepa amargo
como el adiós
que nunca seré capaz
de decirte-.

*(Adiós).

No hay comentarios:

Publicar un comentario