viernes, 7 de noviembre de 2014

Eres.

Eres.
Eres domingo.
Eres esas salidas del colegio
en la que jugaba a los tazos.
También en las que
intercambiaba cromos.

Eres ese beso de buenas noches

que mi madre me daba
al final de cada día.
Eres ese verbo subjuntivo.
Ojalá seas. Ojalá tú.
Seamos.

Eres el final de los Serrano,

el sueño tras la pesadilla,
la chimenea en navidad.
Eres la noche de reyes,
el último diente de leche,
el primer "ya no eres un niño".

Eres la ropa que mi madre ponía

en el radiador para que se calentase
en pleno invierno,
la primera vez que usé betadine,
la última canción que me viene a la cabeza
justo antes de dormir.

Eres el "estate quieto o nos vamos",

también el "como te has portado bien
dejo que te tomes el helado".
Eres escalofrío.
Manta.
Café.
Abrigo.
Sonrisa.
Final.

Eres la mano del amigo

que me levantaba
cuando me caía del columpio.
El golpe de suerte
en el examen que jamás
estudié.
Los gusanos de seda
que me obligaron a cuidar,
las lentejas
en los envases de yogurt,
los pinos que fuímos
a plantar
-ya serán más altos
que el propio cielo-,
las horas de educación física,
las excursiones al zoo,
las tostadas de aceite y azúcar
el día de Andalucía.
Eres el himno de la Alegría.

Eres tanto.
Ese que montaban
Isabel y Fernando.
Eres pasado,
y quien se fue a Sevilla
perdió su silla.
Menos mal que quien se fue a Jerez
la recuperó
otra vez.

Eres tú,
eres yo,
eres sin mí,
pero
eres conmigo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario