lunes, 3 de noviembre de 2014

La trampa.

Se hace de noche,
las luces de la ciudad
se encienden
como se enciende el alma
de los poetas.

Suenan sirenas,
parecen urgencias,
-como si pudiese haber
algo más urgente que verte-
y la noche se posee 
de la prisa del tiempo.

(Parece ser
que lo urgente no deja
tiempo a lo importante,
menos mal que tú
eres tiempo)

Los coches circulan más rápido
de lo que pueden pensar
hacia donde,
yo,
desde la ventana de la habitación
los observo,
pensando en 
si se detendrán alguna vez
a contemplar el mundo.

Mis oídos ven la trampa
que la vida nos ha obligado 
a aprender.

Pero los poetas mantendremos
la esperanza
siempre que, en la acera de enfrente,
ellas se sigan besando.

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