jueves, 27 de noviembre de 2014

Su refugio.

Encerrado en la habitación
contempla la fuga del tiempo,
como el ciego que oye llover
con los ojos cerrados,
y piensa que nunca antes
había sentido la presión
de la vida sobre la espalda
porque nunca su mochila
fue tan pesada.
Se deshace como puede
de los daños que lo lastran
pero las piedras son pesadas
y no puede verse
lo que no se contempla.

Mañana será tarde
porque hoy ya lo es.
Mostrarle al mundo su valía
sería enfrentarse al demonio
del fracaso.
Luci(r)fer,
sombra del bien,
carece del arma de la
(in)diferencia.
-Enfréntate a tu destino.-le decía,
mientras huía hacia la seguridad,
-quizás un helado de fresa-.

Así creció,
con miedo,
sin mí,
con vértigo,
sin ver,
con-migo
sin él.

Su refugio está en este banco
donde jugamos a ser mayores,
como unos enanos.



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