Cuando el odio
deja paso a la indiferencia
todo lo luchado
cae en saco roto.
Dicen los sabios:
"el que ríe último,
ríe mejor".
Y qué gran verdad
cuando miras de frente
a la vida
y corres hacia el lado contrario
de la tristeza.
Valoras todo lo que te hizo feliz
y así el pasado no es tan malo,
el daño es más ameno
y la herida cicatriza,
como cicatrizan los árboles
en primavera
o cualquier niño
con las caricias de su madre.
¿Si mereció la pena?
No, sí.
Solo Dios lo sabe
y es mejor así,
al menos vivimos
y eso fue suficiente.
Hoy, no voy a decirte adiós
porque sería darte mucha más
importancia de la que tienes.
Te diré vete
por si algún día piensas volver
y no te respondo
-es esa indiferencia
la que congeló la hoguera-.
Pienso en mí
y me entristezco
por haber peleado contra el aire
-y haber ganado-,
esperando un soplido
que me venciera en este asalto
o una ventisca
que me sacase de este cuadrilátero
con un ojo morado.
Es hora de volver a casa,
este juego ha terminado
-game over-.
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